La ciudad fantasma de Varosha, símbolo del conflicto nacional chipriota

Jimena de Diego Gutiérrez

Hace dos semanas, el gobierno de Chipre del Norte anunció que la ciudad de Varosha/Maraş iba a ser abierta al público tras casi medio siglo de abandono. La localidad, que en su día había sido uno de los destinos turísticos más populares de la isla, se convirtió oficialmente en una ciudad fantasma en la década de los 70.

La reapertura ha sido calificada como un movimiento “provocador e ilegal” por el Gobierno de la República de Chipre y condenado por la Unión Europea y Naciones Unidas. Pero ¿a qué se debe tanta polémica? ¿Qué es lo que ha motivado a Chipre del Norte a dar el paso? Para conocer las respuestas, vamos a ponernos en contexto.

Chipre se encuentra en un enclave estratégico en el Mediterráneo, ya que sirve de puente entre tres continentes: Europa, África y Asia. Desde las civilizaciones antiguas, pasando por los imperios Otomano y Bizantino hasta la colonización británica, la isla que vio nacer a Afrodita es resultado de diferentes influencias culturales. Desde su independencia del Reino Unido en 1960, las dos principales comunidades del país, greco y turcochipriotas, han vivido en una situación de creciente tensión. Esta tensión desembocó en violentas confrontaciones, confrontaciones que culminaron en un Golpe de Estado, un golpe de Estado que provocó la ocupación de la zona norte por un tercer país, Turquía.

Ahora, retrocedamos a los años 50. Al principio de la década se empezó a gestar el movimiento social Enosis (unión ), impulsado por la Organización Nacional de Combatientes Chipriotas o EOKA (por sus siglas en griego). Sus raíces se basaban en las afinidades culturales, religiosas y lingüísticas de la comunidad grecochipriota con la República Helénica, a la que se referían como la ‘madre patria’.

Claro está, este movimiento tenía su contrapartida turca: el Taksim, partición o división del territorio. Los turcochipriotas, alarmados por la rapidez con la que la Enosis estaba ganando adeptos, determinaron que ellos también conformaban un grupo étnico diferenciado con derecho a la autodeterminación. Ante el aumento de la actividad de EOKA, organizaron sus propios grupos armados, denominados Türk Mukavemet Teşkilatı (TMT) u ‘Organización Turca de Resistencia’.

Hasta la declaración de independencia de la República de Chipre en 1960, la isla estaba poblada por unas 600.000 personas. Aproximadamente, un 79% eran grecochipriotas y un 18%, turcochipriotas. El porcentaje restante lo conformaban armenios, maronitas y otras pequeñas comunidades.

Las tensiones siguieron escalando, de tal forma que en 1964 la ONU se vio obligada a intervenir. UNFICYP (United Nations Peacekeeping force in Cyprus) se estableció ese mismo año y es una de las más antiguas misiones en activo de Naciones Unidas. El 13 de marzo, las primeras tropas para el mantenimiento de la paz llegaron a la isla y se estableció la línea verde, una zona de amortiguación que separa desde entonces a ambas comunidades.

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El 15 de julio de 1975, una junta militar dirigida por Grecia y apoyada por EOKA, organizó un golpe de Estado para destituir al presidente de Chipre, Makarios III. ¿El objetivo principal? Avanzar en el proceso de unión con la ‘madre patria’ Grecia. Por supuesto, esto provocó la reacción de Turquía. Tan solo cinco días más tarde, las tropas turcas ocuparon el norte de la isla mediante la denominada ‘Operación Attila’, justificando este movimiento por su preocupación ente el posible triunfo de la Enosis.

En aquel momento, la partición de la isla de hizo efectiva: los turcochipriotas ocupaban un tercio norte y los grecochipriotas el resto. Los segundos condenaron esta acción como una ocupación ilegal, pero los turcochipriotas se acogieron rápidamente a la protección de Turquía.

Cerca de 200.000 grecochipriotas se vieron obligados a huir del norte de la isla, dejando cientos de viviendas vacías, que serían aprovechadas por Turquía más adelante para alojar a colonos turcos. Los turcochipriotas afincados en el sur, por otro lado, fueron desalojados como parte de un plan de ‘limpieza étnica’ y obligados a instalarse en la zona ocupada. Pueblos, barrios e incluso ciudades enteras quedaron completamente vacíos, como es el caso de Varosha, ubicada en el distrito de Famagusta. La ciudad se convirtió entonces en un misterioso espacio que atrae la curiosidad de cientos de turistas cada año.

Un año después, en 1975, se creó el autodenominado ‘Estado Federado Turco de Chipre’. El 15 de noviembre de ese mismo año, pasó a llamarse ‘República Turca del Norte de Chipre (RTNC), el nombre con la que se la conoce a día de hoy. Fue declarada ilegal por la resolución 541 del 18 de noviembre de 1983 del Consejo de Seguridad de la ONU, que instó a todos los países a no reconocer legalmente este territorio.

Aquí es donde entraríamos en la cuestión que planteábamos al principio. ¿Qué ocurrió con Varosha? En sus orígenes, la ciudad era el destino vacacional número uno en Chipre y uno de los favoritos de celebridades como Brigitte Bardot o Elizabeth Taylor. El día de la ocupación, sus habitantes tuvieron dos horas para desalojarla. Algunos pudieron volver más tarde y recoger algunas de sus pertenencias. Otros prefirieron no arriesgarse. Los turcos vallaron entonces la ciudad y así ha permanecido hasta hace unos quince días. Hasta ahora, solo los cascos azules de la ONU y el ejército turco podían acceder legamente a ella, lo que llevó a muchos de sus habitantes a contactarles y rogarles si podían recuperar sus pertenencias en Varosha a cualquier precio.La ciudad no ha sido habitada desde entonces, por lo que todavía se pueden encontrar dentro concesionarios con coches de los 70, comercios con aparatos electrónicos antiguos o tiendas cuyos maniquíes intactos lucen la moda de la época.

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Hasta hace muy poco, estaba terminantemente prohibido entrar —aquellos que ignorasen la norma se exponían a multas de 500 euros — e, incluso, sacar fotografías. De hecho, los guardias turcos se han encargado durante décadas de vigilar a los turistas para que no hiciesen fotos desde la playa, aunque es cierto que muchos conseguían compartir sus furtivas imágenes en redes sociales. La zona interior ha permanecido como un misterio desde los años 70; Internet ofrecía muy pocas muestras gráficas del estado de la ciudad previo a la reapertura.

El 8 de octubre, tras el polémico anuncio, el Primer Ministro Griego Kyriakos Mitsotakis, afirmó que la decisión turca era “una violación clara de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”. Josep Borrell, desde su cargo de jefe de la diplomacia europea, señaló que la UE estaba “altamente preocupada por el anuncio” y que el desarrollo de los últimos acontecimientos “podrían agravar las tensiones y complicar las negociaciones para la conclusión de las negociaciones de reunificación”.

Un portavoz de Antonio Gutérres anunció que el Secretario General también se encontraba consternado. No sin razón: la Resolución 550/1984 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dictamina que “se consideran inadmisibles los intentos de poblar cualquier parte de Varosha con personas distintas a sus habitantes y se pide que esta zona se transfiera a la administración de Naciones Unidas”. Así, la ONU ha solicitado al gobierno que de marcha atrás y revierta esta situación lo antes posible.

La realidad, como podemos ver, es muy distinta. Turquía lleva administrando la zona desde entonces y jugando sus propias reglas en el territorio. Varosha no ha vuelto a ser habitada (los más de 40 años de abandono hacen difícil la repoblación), pero ha empezado a ser usada como parque temático para turistas y visitantes locales. El presidente turco Recep Yayyip Erdogan, ha apoyado completamente esta acción, comentando que “son las autoridades turcochipriotas las que tienen el poder de decisión”. Añadió que su país apoyaba completamente esta decisión de abrir la “bonita playa de Maraş para el uso de sus ciudadanos”.

Tras décadas de negociaciones, el conflicto chipriota sigue en el mismo estado de siempre. Aunque sus comunidades se han ido acercando cada vez más entre sí, las disputas territoriales como esta suponen un gran obstáculo para alcanzar un acuerdo. Está claro que una ciudad que lleva vallada desde hace tantos años y que no se utiliza para alojar habitantes está siendo usada como tarjeta de negociación.

Uno de los mayores intentos para la reunificación fue el Plan Annan de 2004, auspiciado por Kofi Annan, Secretario General de Naciones Unidas por aquel entonces. El proyecto proponía la adhesión de Chipre a la Unión Europea como un todo, pero fue reprobado por la mayoría de grecochipriotas al considerar que beneficiaba en exceso a la población turca.

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Aún así , el país todavía no forma parte del espacio Schengen, cuya incorporación no podrá llevarse a cabo hasta que no se unifiquen las dos comunidades. La isla incumple el requisito establecido por el Schengen Acquis o acervo Schengen, que hace referencia al pleno control de las fronteras por parte de los países que conforman este grupo.

Además, la RTNC es una de las mejores bazas de Ankara pasa afianzar su influencia en el Mediterráneo oriental, al siempre contar con su incondicional apoyo. Turquía no ha llegado a retirar sus tropas del norte de Chipre y sigue poseyendo el derecho a la intervención militar en la isla. A esto, hay que añadirle las licencias concedidas por la RTNC este verano para extraer petróleo y gas natural en la zona, que tanto Grecia como el Gobierno oficial chipriota tachan de ilegítimas.

Podría decirse que Varosha es, en cierta forma, la cuestión chipriota hecha ciudad. Una disputa que, al igual que la ciudad, está prácticamente congelada desde hace décadas. Estamos ante un conflicto de antiguas raíces iniciado por personas que no vivieron ninguno de los periodos clave de la historia del país, pero que deben cargar con sus consecuencias. Es evidente que ambas partes tendrán que ceder en muchos aspectos, pero ninguna de las dos ha demostrado la suficiente predisposición hasta la fecha.

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