Compulsory heterosexuality o cómo la sociedad asume que somos hetero

CulturaOpiniónOrgullo LGBTQTemas socialesTrending RealPolitik Publicado eljulio 8, 2021

Imagen: Reuters

¿Alguna vez te has cuestionado tu sexualidad? Yo muchas. Desearía haberlo tenido claro desde que era pequeña, pero la verdad es que me ha costado mucho asimilarlo y aceptarme. A veces, hasta me siento como una intrusa en el colectivo LGBTIQ+. Y por eso precisamente quiero hablarte de esto. Un problema más común de lo que parece y del que no hay demasiada información.

Creo que muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de que Tik Tok ha sido la revelación del último año. Lo que empezó como una red social dedicada a los vídeos de bailes y playback más bien para niños/preadolescentes ha ido derivando en un espacio plagado de todo tipo de contenido. Cada vez hay más gente de todas las edades que la usa y cada vez son más las marcas que deciden incluirla en su estrategia de redes sociales para llegar a los públicos más jóvenes. Pero hoy no vamos a hablar de marketing.

Cualquier cosa que se te ocurra está en Tik Tok. Cualquier anécdota o situación, por “rara” que te parezca, está ahí. Siempre hay alguien para ponerle voz a muchos de los pensamientos que no nos atrevemos a compartir. Podrá parecer absurdo, pero lo cierto es que las redes contribuyen a normalizar y dar visibilidad a muchas cosas. De hecho, así es como encontré yo el concepto de compulsory heterosexuality (comphet para abreviar), o en español “heterosexualidad obligatoria o forzada”.

Este término puede usarse para describir el efecto que una sociedad mayoritariamente hetero causa sobre nosotros; un fenómeno mucho más grande de lo que puedas pensar. Ya no me refiero a enmascarar tu orientación sexual por miedo a la reacción de nuestro entorno. Estoy hablando de algo que, de forma subliminal, te lleva a renegar de tu propia sexualidad y adoptar una orientación con la que no te identificas.

Aunque Tik Tok haya contribuido a viralizar este concepto, la verdad es no es nada nuevo. Se considera que la primera vez que se utilizó fue en el estudio Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence(1980), elaborado por la poetisa y activista estadounidense Adrienne Rich. La teoría que Rich exponía aquí giraba en torno a la idea de que todo el mundo es heterosexual hasta que se demuestre lo contrario.

Tal y como explicaba la autora, las dinámicas sociales tradicionales que indican que el propósito de la mujer es complacer al hombre solo contribuyen a quitarle validez al resto de orientaciones sexuales. Como el hombre es “el que manda”, las mujeres solo pueden obtener validación a través de una relación heterosexual. Sí deciden “adoptar un estilo de vida alternativo” (todo un eufemismo para evitar utilizar el término “lesbiana”), nunca podrán llevar una vida plena.

Adrienne Rich le puso nombre, pero este fenómeno lleva existiendo desde el principio de los tiempos. Y la idea de que nuestra validez está condicionada por los hombres nos sigue afectando hoy mucho más de lo que pensamos.

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¿Te han preguntado alguna vez cuando eras pequeño si tenías novia o novio? Bueno, ¿cuántas veces se lo has preguntado tú a algún niño? Admito que yo sí lo he hecho, a pesar de que con el tiempo me he dado cuenta de que este tipo de preguntas son innecesarias. Pero lo cierto es que están muy normalizadas, y que esta suele ser la primera vez que se asume que todos somos heterosexuales.

De hecho, pienso que muchas personas incluso consideran más apropiado plantearle a niños de primaria la cuestión de tener pareja (novia en caso de los niños, novio en caso de las niñas) que intentar educarles en diversidad desde que tienen uso de razón.

Seguro que también te suenan los comentarios del tipo “a los chicos no les gustan las chicas que se pintan tanto” o “con el pelo así no se va a fijar en ti ninguno”. Suelen ser sin mala intención y yo muchas veces los excuso (sobre todo, cuando vienen por parte de personas de otras generaciones anteriores a la nuestra, que hayan vivido en un contexto en el que estas ideas tenían aún más fuerza).

Ya sabes: da igual si al otro género le gusta o no, lo que importa realmente es que opinemos nosotros. Pero aquí puedes ver de nuevo que nuestra heterosexualidad se da por sentada desde que somos muy pequeños.

Y ahí no queda la cosa: la heterosexualidad obligatoria se alimenta también de la falta de referentes LGBTQ+ a nuestro alrededor. Ahora podemos acceder a la información en un abrir y cerrar de ojos, pero si has vivido tu niñez y adolescencia antes del boom de los smartphones y las redes sociales, sabrás que hasta hace relativamente poco las cosas eran diferentes.

Tener familiares o amigos cercanos pertenecientes al colectivo LGBTIQ+ era una forma para ir interiorizando la idea de la diversidad Y si no tenías referentes cercanos ni te educaban sobre ello, ¿qué podías hacer? Pues fijarte en ídolos LGBTIQ+ de la cultura pop. Y aun así considero que hemos crecido sin referentes en este sentido.

¿Recuerdas alguna película o serie de dibujos en la que salieran parejas del colectivo? Yo no. La representación LGBTIQ+ en el contenido para niños/preadolescentes es muy escasa o inexistente. Oficialmente no había gays, lesbianas ni bisexuales en High School Musical (otra cosa es lo que pudiéramos deducir nosotros). La icónicas t.A.T.u ni siquiera eran lesbianas, tan solo una estrategia comercial.

Gracias a la SuperPop (mayoritariamente dirigida a chicas jóvenes) aprendimos a ligarnos a nuestro crush de clase o pudimos averiguar qué chico de Crepúsculo se enamoraría de nosotras. Pero ¿se nos hablaba de la existencia de otras sexualidades? Muy poco.

También estaban las típicas charlas sobre sexualidad de instituto, pero creo que la gran mayoría de los adolescentes españoles podemos estar de acuerdo en que no nos sirvieron de absolutamente nada. No solo se dejaban muchos temas en el aire, sino que tampoco recuerdo que nos educaran sobre las distintas orientaciones sexuales o la identidad de género.

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Lejos de convencer a los niños de que “se hagan homosexuales”, como ya he oído argumentar a mucha gente (muy erróneamente; por favor, recordemos que la orientación sexual no se elige), una mayor representación contribuiría a normalizar todos estos temas y asentar el concepto de diversidad desde edades tempranas.

Es cierto que ahora podemos buscar información por nuestra cuenta y que el instituto o las películas/series ya no son nuestra única fuente de conocimiento. Pero una educación de calidad, ya sea en las aulas o integrada con naturalidad en el cine y televisión, ayudaría a consolidar desde que somos pequeños la idea de que la heterosexualidad no es la única opción.

Y aquí es donde las redes pueden ejercer una auténtica labor educativa. Aunque al principio te hablaba de Tik Tok, el concepto de compulsory heterosexuality ya se viralizó hace unos años a raíz de la publicación del documento Am I a Lesbian? (“¿Soy lesbiana?”), posteado por Angeli Luz en Tumblr en 2018. El texto de 30 páginassurgió del propio proceso de autodescubrimiento de la joven autora, quien comenta que lo escribió con el objetivo de crear una “herramienta de reflexión” para personas que estuvieran pasando por su misma situación.

Como Adrienne Rich, Angeli relataba que desde que somos pequeñas se nos enseña a adecuar nuestra apariencia y forma de ser para tener una opinión favorable por parte de los hombres, por lo que muchas veces confundimos la búsqueda de aprobación con la atracción genuina. ¿Un “síntoma” de la heterosexualidad forzada? Te voy a dar un ejemplo: cada vez que al conocer o encontrarnos con una persona que nos parece atractiva, no pensamos “voy a tratar de conquistarle porque me gusta ”, sino “espero gustarle”.

En definitiva: continuamente se busca agradar al hombre, ya que de forma inconsciente hemos ido asumiendo que la mujer no nos puede dar validación de la misma forma.

Por supuesto, esta teoría ha sido revisada y hoy también la podemos aplicar a otros géneros. Vivir en una sociedad patriarcal no solo afecta a las mujeres: las obligaciones que “por naturaleza” también deben cumplir los hombres puede llevarlos también a adoptar una actitud normativa y una sexualidad con la que no se identifican.

Con esto, no estoy acusando a nadie ni dejando caer que los hombres sean culpables, para nada. Es una idea arraigada desde hace siglos que, a la larga, ha provocado que nos veamos condicionados por una serie de normas no escritas.

No se es mejor ni peor persona por ser hetero o por ser parte del colectivo LGBTIQ+, pero está claro que el mundo es heterocéntrico y que encontrar tu identidad de género y orientación sexual es un proceso más complicado de lo que parece. Muchas personas lo saben “de siempre”, algunas desean no identificarse como tal por el miedo al rechazo social, otras lo desconocen o, aunque lo sospechan, tratan de ignorarlo. Bien sea porque es una carga emocional importante el descubrir que forman parte del colectivo LGTBIQ, porque están acostumbrados y les resulta más fácil interactuar con personas del género contrario, o bien por comodidad y para quitarse problemas de encima.

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No es complicado deducir por qué: la homosexualidad todavía está criminalizada en más de 60 países del mundo. Solo 31 estados permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. En España, un país aparentemente avanzado y abierto de mente, las agresiones hacia miembros del colectivo están desgraciadamente a la orden del día.

Para ir cerrando, solo puedo decir que debemos seguir trabajando en materia de educación. No se trata imponer nuestra identidad ni orientación sexual, ni tampoco de incitar a todo el mundo a cuestionarse su sexualidad. Pero sí es importante darle a estos temas la visibilidad que merecen y denunciar las injusticias. Es fundamental pronunciarse y hoy tenemos muchas vías para hacerlo: ya sea en manifestaciones, a través de redes sociales o de blogs, con artículos como este. Seamos parte del colectivo o no, ahora más que nunca es esencial solidarizarnos y alzar la voz.

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